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Por: Jaime Silva G., Gerente General de CFL Inmobiliaria. 

Para nadie es sorpresa que la confianza de los chilenos en las instituciones esté deteriorada. Esto lo refuerza la última Encuesta de Confianza, realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que mostró que el país está por debajo del promedio con un 30%. Por esta razón, la reciente decisión del Banco Central de reducir en 25 puntos base la tasa de interés, cobra más fuerza y representa una señal de confianza hacia el mercado y hacia las personas.

Más allá de lo técnico, lo que está detrás de esta medida es un mensaje claro: Chile busca abrir paso a un ciclo económico más dinámico y con mejores condiciones para quienes desean invertir, emprender o concretar, tan significativos como la compra de una vivienda. En un contexto de incertidumbre global, estas decisiones cobran aún más relevancia, porque ayudan a devolver certezas y a reforzar la confianza de familias e inversionistas.

El efecto de una baja de tasas no se limita únicamente a lo financiero. También tiene un impacto en la manera en que se proyectan los sueños y las decisiones de miles de personas. Para una familia que anhela comprar su primera vivienda, significa que el crédito hipotecario puede estar más cerca.

Para quienes buscan una segunda propiedad, se abre una alternativa de inversión con mejores condiciones; y para las empresas del sector inmobiliario, este escenario genera un terreno más fértil para retomar proyectos que estaban en pausa, avanzar en nuevas iniciativas y, de paso, generar empleo y dinamismo económico en distintas comunidades.

La construcción es una de las industrias que más mueve la economía y que más empleo genera. Cada decisión que favorece su reactivación tiene un efecto multiplicador: no solo permite levantar edificios o casas, sino que también, activa cadenas de valor completas desde proveedores hasta servicios asociados. Lo relevante es que esta reactivación debe hacerse con responsabilidad, poniendo en el centro a las personas y proyectando desarrollos que respondan a las necesidades reales de la sociedad.

Además, un escenario de menor costo del dinero abre la posibilidad de mirar hacia un aspecto clave: la innovación. Nuestro sector aún tiene desafíos pendientes en esta materia y esta coyuntura nos invita a dar un paso adelante. Invertir en nuevas tecnologías, digitalización de procesos, construcción sustentable o en herramientas que nos permitan mejorar la eficiencia y reducir la huella de carbono, es modernización, pero también es hacerse cargo del compromiso con las futuras generaciones.

Aprovechar este nuevo ciclo no significa únicamente incrementar proyectos, sino transformarlos. Significa trabajar con transparencia, invertir en confianza y pensar en cómo la construcción puede ser motor de progreso económico, pero también de calidad de vida. La baja de tasas es una oportunidad, pero la responsabilidad de convertirla en bienestar para las personas recae en todos los actores de la industria.